Reactivando las relaciones con nuestra forma de alimentarnos

Reactivando las relaciones con nuestra forma de alimentarnos

Historia sobre la soberanía alimentaria indígena en California.

por Cutcha Risling Baldy, Ph.D. & Kaitlin Reed, Ph.D., Co-directores del Laboratorio de Soberanía Alimentaria de Estudios Nativos Americanos en la Universidad Estatal de Humboldt

Los pescadores se reúnen en la desembocadura del río Klamath en la orilla norte donde se encuentra con el Océano Pacífico. Los Yurok utilizan tradicionalmente pequeñas redes que se arrastran a mano a lo largo de las costas. Autor de la foto: Joel Redman / If Not Us Then Who www.ifnotusthenwho.me

En el corazón de la soberanía alimentaria se encuentra la autodeterminación de las personas, y las comunidades, sobre sus sistemas alimentarios. La Declaración de Nyéléni (Ni-ye-leni) define la soberanía alimentaria como “el derecho de los pueblos a una alimentación sana y culturalmente apropiada, producida mediante métodos ecológicamente racionales y sostenibles, y con el propio derecho de definir sus propios sistemas alimentarios agrícolas”.

Hay seis principios de soberanía alimentaria:

  • Enfocarse en alimentar personas sanamente
  • Valorar a los productores de alimentos
  • Localizar  los sistemas alimentarios
  • Tomar decisiones a nivel local
  • Desarrollar lo conocimientos y habilidades
  • Trabajar con la naturaleza.

La soberanía alimentaria también se trata de enfocar las voces indígenas en el cómo avanzamos colectivamente, en la construcción de sistemas alimentarios sostenibles. Los sabios indígenas Devon Mihesuah y Elizabeth Hoover escribieron “el concepto de soberanía alimentaria indígena,  no se centra únicamente en los derechos a la tierra, la alimentación y la capacidad de regular un sistema de producción, sino también la responsabilidad y relacion que existe a nivel cultural, ecológico y espiritual.” Por lo tanto, la revitalización de las fuentes tradicionales de alimentación a través de la soberanía alimentaria indígena es fundamental para la forma en que construimos la soberanía alimentaria en nuestra región.

ALIMENTACION Y SU BUENA RELACION

En todo California, pero especialmente en el norte de California, los pueblos nativos mantienen fuertes relaciones con sus fuentes de alimentos tradicionales. Los sistemas alimentarios nativos tradicionales, las prácticas ecológicas y los conocimientos científicos de los indígenas incluían sistemas alimentarios muy sofisticados, bien pensados ​​y complejos la cuál requiere de una gestión ecológica continua.

En California hay varios ejemplos claros de cómo los indígenas de California practicaron un sistema complejo de manejo de alimentos de manera sustentable continua y abundante. Por ejemplo, la rosa y quema fue una práctica que prevenía incendios forestales catastróficos al mismo tiempo que aumentaba drásticamente los sistemas de producción de alimentos y apoyaba prácticas culturales como el tejido de cestas. Hay varios ejemplos documentados de exploradores que describen California como un “jardín bien cuidado” y también observando cómo el paisaje fue moldeado significativamente por las prácticas ecológicas de los nativos de California.

En esta región, siempre ha habido movimientos y esfuerzos para mantener la soberanía alimentaria de las naciones tribu. Nuestra región es vibrante con programas, organizaciones y líderes nativos que han construido movimientos líderes considerando la soberanía alimentaria en torno al salmón, las bellotas, los jardines tradicionales y “Cocinar saludablemente en el país indígena“.

Autor de la foto: Dr. Cutcha Risling-Baldy

EQUILIBRIO INTERRUMPIDO

Cuando el colonialismo invadió California, los colonos intentaron no solo matar y expulsar a los pueblos indígenas, sino que también suplantaron su gestión ecológica que redujo drásticamente la producción de alimentos de la que dependían los pueblos indígenas.

Durante el sistema de Misión Española, los Padres prohibieron a los nativos comer sus alimentos tradicionales. Se pensaba que la separación de los pueblos indígenas de su forma de alimentarse era una forma de civilizar y controlar a los pueblos indígenas. También obligaron a los pueblos indígenas a trabajar en campos agrícolas, eliminando plantas nativas y reemplazándolas con cultivos como uvas (para vino) y maíz. Negarse a trabajar para la misión  resultaba en azotes o secuestros, entre otros castigos violentos. Incluso hay historias de algunas misiones que enfrentan la inanición debido a la dependencia excesiva del cultivo de alimentos no nativos y la negativa de los Padres a permitir que los pueblos nativos proporcionen bellotas a todas las personas en las misiones. Los padres dijeron que preferirían que la gente se muriera de hambre antes que comer alimentos nativos.

La fiebre del oro fue uno de los momentos más violentos en la historia de California reduciéndose un 90% en la población indígena de California. El estado de California apoyó un intento de genocidio de indígenas al legalizar la esclavitud de los indígenas y también al autorizar a una milicia de voluntarios en California para matar a los indígenas. A cada región de California se le permitió establecer su propio precio para pagar el cuero cabelludo y la cabeza de los nativos americanos, y donde variadas regiones establecieron precios en números como $5 por cabeza o 25 centavos por cuero cabelludo.

La Ley Gubernamental para la Protección de los Indígenas  en 1850, permitió la esclavitud de los pueblos indígenas como “aprendices”. Los registros del condado de Humboldt reflejan que la mayoría de las personas esclavizadas bajo esta ley eran niñas de entre 7 y 12 años. Este sistema de esclavitud vulneró a los nativos para practicar sus tradiciones  alimentarias.. En un momento, era demasiado peligroso salir y reunirse o tratar de transmitir este conocimiento entre generaciones, nuestras mujeres y niños estaban siendo objeto de secuestro y esclavitud.

Cuando pensamos en todo lo que se tuvieron que adaptar y sacrificar los nativos, debemos recordarnos que nuestra desconexión hacia los alimentos ancestrales no se debió a que “perdimos” nuestra cultura o nuestro conocimiento, esta desconexión se vió obligada por medio de la violencia. Estos conocimientos nos fueron arrebatados violentamente por la colonización.

Las prácticas de ataque del gobierno de los Estados Unidos contra la soberanía alimentaria fueron una forma de expulsar por la fuerza a los pueblos indígenas de sus tierras continuaron en todo el país. George Washington, referido por los Haudenosaunee como el “destructor de ciudades”, era conocido por su política de “tierra en llamas” en la que ordenó que se destruyeran los campos agrícolas de los Haudenosaunee y se quemara la tierra para que los cultivos no pudieran prosperar en la región. El gobierno de los Estados Unidos ordenó una matanza masiva de búfalos en su intento por debilitar y matar de hambre pueblos nativos de las Grandes Llanuras. En California, la Oficina de Asuntos Indígenas realizó un informe para discutir cómo podrían erradicar los robles con la esperanza de destruir la relación de los indios de California con las bellotas que seguían siendo un alimento de la dieta básica.

Los pueblos nativos, como resultado de ser forzados a permanecer en las reservas, fueron sometidos a raciones alimenticias del gobierno, en algunos casos, esas raciones se retenían a  tribus que resistían la continua invasión del gobierno de los Estados Unidos.

Luego, el estado impuso sistemas educativos, como internados, alejando por la fuerza a los niños indios de sus familias, separándolos de su cultura y soberanía alimentaria.

La aprobación de la Ley Dawes en 1887 trató de obligar a los pueblos nativos a acceder a tierras de propiedad comunal por propiedades privadas. También intentó obligar a los pueblos nativos a practicar la agricultura occidental. La destrucción de la soberanía alimentaria continuó debido a los cambios ambientales como la represa de ríos, inundación de tierras nativas, y políticas como la remoción, reasignación y reubicación.

El despojo de tierras indígenas fue la forma en que el estado de California pudo convertirse en una de las principales economías del mundo. Este despojo de tierras impide que los nativos accedan a sus fuentes de alimentos hasta el día de hoy. Las tierras nativas se tomaron a través de políticas como la creación de parques nacionales y estatales que continúan impidiendo a los pueblos originarios  el acceso a alimentos,elementos culturales y lugares sagrados. Cuando hablamos de recuperar nuestros alimentos, no solo se trata de la comida, también se trata de recuperar la historia, los idiomas, prácticas culturales y la conexión con nuestras tierras.

Autor de la foto: r. Cutcha Risling-Baldy

RESTAURACIÓN LIDEREADA POR EL PUEBO INDÍGENA

Nuestros recursos alimentarios se ven constantemente amenazados, como el salmón, amenazado por las incautaciones de agua y los proyectos propuestos de infraestructura acuícola. La pandemia de COVID-19 también nos recordó cuán precario sigue siendo el sistema alimentario dentro de nuestras regiones locales en tierras nativas.

El Proyecto de Seguridad Alimentaria Tribal de la Cuenca de Klamath encontró que el 92% de los hogares nativos americanos en las regiones de Humboldt / Del Norte padecen de inseguridad alimentaria y el 70% nunca o rara vez tienen acceso a alimentos nativos. El 64% de los hogares nativos depende de asistencia alimentaria y el 84% se preocupa por su próxima comida.

Mientras nos encontramos tabajando por la soberanía alimentaria de nuestros pueblos indígenas y comunidades que han sido un blanco de explotación historico hasta el actual,  atravéz de prácticas comtemporaneas.  Comunidades rurales en estado de pobreza, como los pueblos originarios, tienen menos acceso a una sana alimentación y comunmente enfrentan una de los mas altos índices de diabetes y otros problemas de salud en la nación. La soberanía almentaria no se trata solo sobre reconectar nuestro conocimiento y practicas, también ha sido un problema ambiental y de justicia social. Nuestros conocimientos y tradiciones al rededor de la alimentación puede ayudarnos aconstruir futuros mas seguros.  Las comunidades rurales y pobres, como los grupos originarios, tienen menos acceso a alimentos saludables y, a menudo, enfrentan algunas de las tasas más altas de diabetes y otros problemas de salud a nivel nacional. La soberanía alimentaria no se trata solo de reconectar con nuestros conocimientos y tradiciones; también es cuestión de justicia ambiental y social. Nuestros conocimientos alimentarios tradicionales pueden ayudarnos a construir un futuro más sólido.

Lo que ves hoy en día en nuestra región es una conección que hemos estado luchando, por la soberanía alimentaria durante más de 150 años, y continuar llevando nuestros conocimientos hacia un futuro a pesar de los muchos intentos de destruirnos a nosotros y nuestra relación con la tierra  y el alimento.

Aprender sobre la soberanía alimentaria nos demuestra cómo y por qué la importancia de las relaciones con nuestras fuentes de alimentación, es fundamental para la existencia del pueblo y la naturaleza. La académica y activista nativa americana de renombre internacional Winona LaDuke afirma que “la soberanía alimentaria es una afirmación de quiénes somos como pueblos indígenas y … una de las formas más seguras de restaurar nuestra relación con el mundo que nos rodea”.

Creemos en revivir nuestra relación con la alimentación y la soberanía alimentaria, esto nos permite reconocer esa relación y esperamos encontrar otras muchas formas más en que podemos continuar apoyando el trabajo comunitario local.

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La Dra. Cutcha Risling Baldy (ella ) es la directora del departamento y profesora asociada de estudios nativos americanos en HSU y codirectora del Laboratorio de Soberanía Alimentaria de NAS y el Espacio de Taller Cultural. Ella es Hupa, Karuk y Yurok y está inscrita en la Tribu del Valle Hoopa.
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La Dra. Kaitlin Reed (ella) es profesora asistente de estudios nativos americanos en HSU y codirectora del Laboratorio de Soberanía Alimentaria de NAS y el Espacio de Taller Cultural. Ella es Yurok, Hupa y Oneida y está inscrita en la Tribu Yurok.
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Reviving Relationships with Our Foodways

Reviving Relationships with Our Foodways

A History of Indigenous Food Sovereignty in California and Beyond.

by Cutcha Risling Baldy, Ph.D. & Kaitlin Reed, Ph.D., Co-Directors of the Native American Studies Food Sovereignty Lab at Humboldt State University

Fisherman gather at the mouth of the Klamath river on the north bank where it meets the Pacific Ocean. The Yurok traditionally use small nets trawled by hand along the shores. Photo credit: Joel Redman / If Not Us Then Who www.ifnotusthenwho.me

At the heart of food sovereignty is the self-determination of individuals, communities and groups over their food systems. The Declaration of Nyéléni (Ni-ye-leni) defines food sovereignty as “the right of peoples to healthy and culturally-appropriate food, produced through ecologically sound and sustainable methods, and their right to define their own food and agriculture systems.”

There are six principles of food sovereignty:

  • Focusing on food for people
  • Valuing food providers
  • Localizing food systems
  • Making decisions locally
  • Building knowledge and skill
  • Working with nature.

Food sovereignty is also about centering Indigenous voices in how we collectively move forward in building sustainable food systems. Indigenous scholars Devon Mihesuah and Elizabeth Hoover write that “The concept of Indigenous food sovereignty is not focused on only rights to land, food, and the ability to control a production system, but also responsibilities to and culturally, ecologically, and spiritually appropriate relationships with elements of those systems.” Therefore, the revitalization of traditional food sources through Indigenous food sovereignty is critical to how we build food sovereignty in our region and beyond.

FOOD IN RIGHT RELATIONSHIP

Throughout California, but especially in Northern California, Native peoples maintain strong relationships with their traditional food sources. Traditional Native food systems, ecological practices, and Indigenous scientific knowledges included very sophisticated, well thought-out and complex food systems that required ongoing ecological management.

In California there are several clear examples of how California Indian people practiced a complex system of food management that not only considered ongoing sustainability but also created an ecological abundance. For example, cultural burning was a practice that prevented catastrophic wildfires while also dramatically increasing food production systems, and supported cultural practices like basket weaving.4 There are several documented examples of explorers writing about California as looking like a “well-tended garden” and also noting how the landscape was shaped significantly by California Indian ecological practices.

In this region, there have always been movements and efforts to maintain food sovereignty by tribal nations. Our region is vibrant with Native programs, organizations, and leaders who have built leading Food Sovereignty movements around salmon, acorns, traditional gardens, and “Cooking Healthy in Indian Country.”

Photo credit: Dr. Cutcha Risling-Baldy

BALANCE DISRUPTED

When colonialism invaded California, settlers attempted to not only kill and remove Native peoples, they also supplanted ecological management which dramatically reduced food production that Indigenous peoples were dependent upon.

During the Spanish Mission system, Padres outlawed Native people from eating their traditional foods. The separation of Indigenous peoples from their foods was thought to be a way of civilizing and controlling Native peoples. They also forced Native peoples to labor in agricultural fields, removing native plants and replacing them with crops like grapes (for wine) and corn. Refusing to labor for the mission often resulted in being whipped or put into stocks or other violent punishments. There are even stories of some missions facing starvation because of the overreliance on growing nonnative foods and the refusal of the Padres to allow Native peoples to provide for all people in the missions by utilizing acorns. Padres said that they would rather people starve than eat these Indigenous foods.

The Gold Rush was one of the most violent times in California history and resulted in a 90% reduction in the California Indian population. The state of California supported an attempted genocide of Indian people by legalizing the enslavement of Indian people and also authorizing a California volunteer militia to kill Native peoples. Each region of California was allowed to set their own price to pay for the scalps and heads of Native Americans, with several regions setting prices at numbers like $5 per head or 25 cents per scalp.

The Act for the Government and Protection of Indians (1850) allowed for the enslavement of Native peoples as “apprentices.” Humboldt County records reflect that most people enslaved under this law were girls aged 7-12. This system of slavery made it dangerous for Native people to practice their foodways. At a point, it was too dangerous to go out and gather or to try and pass on this knowledge intergenerationally because our women and children were being targeted for kidnapping and enslavement.

When we think about the adaptations and sacrifices that Native people had to make to navigate these periods of time we must remind ourselves that our disconnection from traditional foods was not because we “lost” our culture or our knowledge, this disconnection was because of violence. These knowledges were violently wrested away from us by colonization.

U.S. Government practices of attacking food sovereignty as a way to forcibly remove Native peoples from their land continued across the nation. George Washington, referred to by the Haudenosaunee as “town destroyer,” was known for his “scorched earth” policy where he ordered agricultural fields of the Haudenosaunee destroyed and the earth burned so that crops would not be able to thrive in the region. The U.S. Government ordered the mass killing of buffalo in an attempt to weaken and starve Native peoples in the Great Plains. In California, the Bureau of Indian Affairs commissioned a report to discuss how they could eradicate oak trees in the hopes of destroying California Indian connections to acorns because it continued to be an important staple food.

Native peoples, as a result of being forced onto reservations, were put onto government rations, and in some cases those rations would be withheld from tribes who resisted the continuing encroachment of the U.S. Government.

The state then imposed educational systems, like boarding schools, which forcibly took Indian children away from their families and tried to assimilate them by separating them from their cultural practices and cultural foods.

The passage of the Dawes Act in 1887 tried to force Native peoples to give up communally owned land for individual property ownership. It also attempted to force Native peoples to practice western style farming and agriculture. The destruction of food sovereignty continued through environmental changes like the damming of rivers and flooding of Native lands, and polices like removal, allotment and relocation.

Indigenous land dispossession was how the State of California was able to become one of the leading economies in the world. This land dispossession prevents Native people from accessing their food sources to this day. Native lands were taken via policies like the creation of national and state parks which continues to prevent Native people from accessing foods, cultural materials, and sacred sites. When we talk about reclaiming our foods it is not just about the food, it is also about reclaiming stories, languages, cultural practices, and our connection to our lands.

Photo credit: Dr. Cutcha Risling-Baldy

INDIGENOUS-LED RESTORATION

Our food sources are currently under attack – like our salmon relatives who are threatened by water seizures and proposed water infrastructure projects. The COVID-19 pandemic also illustrated how precarious the food system within our local Native land regions continues to be.

The Klamath Basin Tribal Food Security Project found that 92% of Native American households in the Humboldt/Del Norte regions are food insecure and 70% never or rarely have access to Native foods. 64% of Native households rely on food assistance and 84% worry about their next meal.

As we work for the ongoing food sovereignty of our tribal peoples it is because our communities have been targeted for exploitation both historically and through contemporary practices. Rural and poor communities, like tribal groups, have less access to healthy foods and often face some of the highest rates of diabetes and other health issues in the nation. Food sovereignty is not only about reconnecting to our knowledges and practices; it is also an issue of environmental and social justice. Our traditional food knowledges can help us to build stronger futures.

What you see today in our region is a reconnection. We’ve been fighting this fight for food sovereignty for over 150 years by continuing to carry our knowledges forward despite the many attempts to destroy us and our connections to our lands and foods.

Learning about food sovereignty teaches us how and why relationships to our food sources and systems are fundamental to the existence of people and nature. Internationally renowned Native American scholar and activist Winona LaDuke states “Food sovereignty is an affirmation of who we are as indigenous peoples and…one of the most surefooted ways to restore our relationship with the world around us.”

We believe that reviving our relationship with food and food sovereignty will enable us to rebuild that relationship and look forward to the many ways we can continue to support this work in our local communities.

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Dr. Cutcha Risling Baldy (she/her) is the Department Chair and Associate Professor of Native American Studies at HSU and a Co-Director of the NAS Food Sovereignty Lab & Cultural Workshop Space. She is Hupa, Karuk and Yurok and enrolled in the Hoopa Valley Tribe.
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Dr. Kaitlin Reed (she/her) is an Assistant Professor of Native American Studies at HSU and a Co-Director of the NAS Food Sovereignty Lab & Cultural Workshop Space. She is Yurok, Hupa, and Oneida and enrolled in the Yurok Tribe.
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Food is Good Medicine
by Jude Marshall (Hupa, Karuk, Yurok)

We pray for it, we work for it, we dance for it.
Laughter and tears all bundled up.
Bringing it all back in a good way.
Fasting with love, eating with joy.
Sowing good feelings in all that we do,
Feeding the people.
Weaving knowledge, belonging, and hope,
One strand at a time.

The Potawot Community Food Garden is located at United Indian Health Services in Arcata, CA. The community educational garden is a 3-acre plot that provides organically grown vegetables, fruits and native herbs. The Potawot Garden distributes food to the UIHS community via Kay-woi Garden Membership and a bi-weekly Farmers Market. Believing that “food is good medicine,” the Potawot Community Food Garden welcomes volunteers to help work in their garden to lift up and inspire the health of its community. Call 707-826-8476 for more information about volunteering.